- Son españoles, alemanes, franceses o italianos que, aunque no se dedican profesionalmente a podar marihuana, viajan hasta Estados Unidos durante esta época para ganar el suficiente dinero con el que viajar luego por todo el mundo. Sin embargo, algunos se enfrentan a ciertos problemas.
Cuando llega el otoño, algunas pequeñas regiones de California acogen con calidez la llegada de trabajadores extranjeros de muy diversas procedencias. Son alemanes, franceses, italianos y españoles (entre otras nacionalidades), que han decidido viajar hasta el lugar por una corta temporada, la que dura el periodo de poda de la marihuana.
El condado de Mendocino, desde hace muchos años, es uno de esos lugares tranquilos donde por estas fechas se empiezan a escuchar acentos de diferentes partes del mapa. Los nuevos inquilinos se hacen llamar 'trimmigrants' y son una parte fundamental de la lucrativa industria cannábica de esa zona de Estados Unidos, la misma que genera miles de millones de dólares y que llega a considerarse el motor económico de la región.
Se trata de todo un fenómeno tradicional que se extiende hasta finales de noviembre y que ha ganado reputación por todo el mundo, atrayendo al público internacional a un lugar que habitualmente no es turístico. Quienes deciden dar el paso y viajar hasta allí tienen el objetivo de ganar el suficiente dinero que les permita después recorrer todo el mundo. No suelen ser expertos, sino fotógrafos, diseñadores gráficos y todo tipo de profesionales, pero también (o sobre todo) amantes de la marihuana que se convierten en jornaleros por un tiempo.
Se dedican a preparar la planta, a cortar las partes no deseadas y dejar el producto casi listo para el consumo. Pueden ganar entre 100 y 200 dólares (entre 95 y 190 euros, aproximadamente) por cada medio kilo de cannabis. Los más rápidos llegan con facilidad a procesar un kilo diario.
Estos trabajadores contribuyen también a la economía y muchas veces tienen el privilegio de contar con una casa o un lugar para acampar, proporcionados por los propios productores. Sin embargo, la situación no es siempre igual de beneficiosa para todos, puesto que algunos de aquellos se ven obligados a ocupar parques, callejones y hasta las vías del tren cuando no encuentran otro tipo de cobijo. Además, la falta de regulación también les expone a problemas con las autoridades, algo que demuestra una vez más que la legalización es más necesaria que nunca.
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