- Muchas veces los cultivadores de cannabis guardan semillas durante una larga temporada con el objetivo de conservar la genética original de una variedad concreta que les ha funcionado bien.
- Si se almacena adecuadamente, una semilla de marihuana puede durar sin problemas más de 10 años, pero hacer que germine no será tan fácil como con una joven.
- Os damos unos cuantos trucos para rescatar las viejas semillas de cannabis y que podáis volver a disfrutar de esa variedad que mereció la pena guardar.
Guardar las semillas de cannabis es un método muy utilizado para conservar la genética de variedades de las que hemos disfrutado especialmente o que han funcionado muy bien al plantarlas. Por ello, los cultivadores almacenan algunas semillas durante muchos años.
Sin embargo, con el paso del tiempo, las semillas pierden poder de germinación. Esto hace que, pasados unos años, cuando los cultivadores se disponen a plantarlas, se encuentran con problemas para conseguir que broten. Para evitar que esto suceda y volver a disfrutar de la misma marihuana que mereció la pena almacenar en su día, hay una serie de trucos.
La clave está en las condiciones de almacenamiento
En primer lugar, tendremos mucho terreno ganado si fuimos cuidadosos con el almacenamiento. Las semillas tienen que estar conservadas en un lugar fresco y seco. Por ello, la mejor opción es guardarlas en frigoríficos, preferiblemente en el cajón de la fruta, con una temperatura entre 6 y 8 grados Celsius y con humedades relativas de entre un 20 % y un 30 %. Y siempre al abrigo de la luz, por supuesto.
Para cumplir con todo esto necesitaremos hacernos con un recipiente o un bote de plástico opaco y hermético en el que, además de las semillas, introduciremos varios saquitos de gel de silicio para reducir la humedad. Respecto al mejor lugar dentro de nuestra nevera, el cajón de las verduras es un buen candidato, ya que tiene temperaturas más altas que el resto del frigorífico. Además, un último consejo: si conservamos varias variedades en distintos botes es recomendable etiquetarlos. De esta forma, no tendremos que abrirlos para comprobar de cuál se trata hasta que estemos decididos a plantarlas.
Hidratación para provocar la germinación
Si solo hemos guardado las semillas durante un año y medio, no deberían darnos ningún problema. Pero a partir de ahí, y a pesar de que las conservemos adecuadamente, la germinación puede ser más complicada. Esto se debe a que, cuanto más viejos sean los granos, más endurecida estará su cáscara, por lo que el agua encargada de abrirlas tardará más en penetrar. Por ello, el primer método para intentar que el embrión de nuestra planta comience a desarrollarse es poner nuestras viejas semillas en un vaso de agua con unas gotas de agua oxigenada durante 24 horas. El peróxido de hidrógeno reblandecerá la cáscara y dejará que el agua penetre antes.
Pero tenemos que tener cuidado: el líquido no puede estar frío, sino que debe tener una temperatura en torno a los 22 ºC. Además, debemos mantener el recipiente alejado de fuentes grandes de luz. Durante las 24 horas que las semillas pasen ahí tendremos que estar muy pendientes, para retirarlas rápidamente si se abren y que no mueran ahogadas.
Debido al riesgo de ahogamiento, hay cultivadores que optan por otra vía: germinar sus semillas con la ayuda de papeles mojados y platos. Si se elige este método, hay que coger un plato y colocar encima un papel de cocina empapado. Después se sitúan las semillas de cannabis encima, con el suficiente espacio entre ellas, y se recubren con otro papel húmedo. Sin embargo, aunque este método es ampliamente utilizado, algunos cultivadores puristas recomiendan tener mucho cuidado, porque los papeles que empleemos pueden contener cloros y químicos que podrían ser contraproducentes para la germinación.
Aun así, para aquellos que comienzan con el vaso de agua, el segundo paso sería mover las semillas a las 24 horas al papel mojado. La germinación puede llevar normalmente entre 48 y 72 horas y en el caso de semillas viejas alargarse hasta los 5 o 6 días o, incluso, hasta semanas. Por ello, trasladar las semillas al papel mojado nos da una mayor tranquilidad, ya que la cantidad de agua presente es menor y, si se abrieran, no morirían tan rápidamente ahogadas.
Otras buenas opciones para germinar
Existen cultivadores que prefieren que sus semillas germinen directamente en tierra. En ese caso, además de asegurarse de que contamos con una tierra ligera y bien nutrida, se puede optar por diluir 10 mililitros (una cucharadita) de ácido fúlvico por cada litro de agua y emplearlo para regar el lugar en el que hayamos plantado la semilla. Otra posibilidad es utilizar agua ligeramente carbonatada: el CO2 adicional contribuirá a que el líquido penetre en la semilla, haciendo que germine. Además, también se pueden emplear enzimas o potenciadores de germinación, diseñados para ayudar a nuestras semillas a abrirse y desarrollarse en esos primeros momentos.
Otra buena inversión, que puede ser clave en el caso de semillas viejas, es el Jiffy 7. Este producto es una pastilla de turba prensada y deshidratada que hay que poner en remojo durante unos minutos. Hecho esto, se convierte en un pequeño saco de tierra especialmente diseñada para germinar, debido a que tiene la estructura ideal, está esterilizado, posee todos los elementos necesarios para nutrir la plántula durante la primera semana y cuenta con un pH neutro. Debido a sus características puede ser el mejor aliado para intentar que nuestras semillas más viejas salgan adelante.
Últimas medidas para salvar nuestras semillas
Si todo esto no funciona, aún quedan unos cuantos trucos más agresivos que solo deben utilizarse cuando, tras unos días, nuestras semillas no hayan logrado eclosionar y abrirse paso hacia el mundo.
Así, podemos raspar la capa exterior de la semilla con un poco de papel de lija, creando microabrasiones que deberían favorecer la entrada de agua. Para no pasarnos con el raspado os damos un método casero: hay que enrollar un trozo de papel de lija muy fina con la lija hacia dentro y fijarlo con cinta adhesiva; después se introducen las semillas en el interior y tapamos las aberturas con las manos. Hecho esto, solo queda agitarlo durante un par de minutos y la lija hará su trabajo. Otra opción más arriesgada es utilizar un cuchillo para cortar ligeramente la semilla de manera transversal; esto contribuirá a que el agua penetre a través de la cáscara.
Si estos métodos funcionan y nuestras semillas consiguen romperse y permitir que el embrión de la planta de cannabis empiece a surgir, habremos conseguido nuestro objetivo. Tendremos que tener mucho cuidado al manejarlas en los primeros días, pero pasada la primera semana nuestra vieja variedad, conservada durante años, debería crecer al igual que cualquier otra proveniente de una semilla más joven y, tras unas semanas, ofrecernos la misma cosecha de nuestros recuerdos.
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