La herencia envenenada de la prohibición: plagas que arrasan las cosechas de marihuana y no sabemos combatir

En Estados Unidos, pese a que la despenalización avanza a paso firme, la lenta maquinaria de la burocracia está impidiendo que se puedan emplear pesticidas y herbicidas para proteger los cultivos de cannabis contra las plagas que los acechan. Aunque está totalmente permitido usar estos productos con otras plantas, el hecho de que cultivar marihuana siga siendo ilícito en distintas partes del país impide que los agricultores puedan tomar medidas adecuadas si algún insecto u hongo ataca a sus cultivos de marihuana.

En Denver, en el mes de marzo, las autoridades sanitarias pusieron en cuarentena las plantas de varias empresas que habían utilizado plaguicidas que los inspectores consideraban sospechosos. Aunque semanas después los análisis corroboraron que no había problema, y gran parte de esas cosechas fue liberada, hubo empresarios que prefirieron deshacerse de las plantas para evitar complicaciones.

El medio digital The Oregonian publicó que varios productos terapéuticos de un dispensario local contenían pesticidas por encima de los niveles permitidos por el estado. Pese a que el productor y la tienda habían marcado los envases con las etiquetas que acreditan la conformidad con las normas, los editores del medio de comunicación encargaron a dos laboratorios independientes que corroboraran dicha información.

"Tenemos una industria que ha sido ilegal desde hace tantos años que no hay investigación. No hay directrices. No hay nada", apuntaba Frank Conrad, director del laboratorio Colorado Green Lab, en Denver. Y lo que sabemos de otros cultivos, no sirve.

Para tratar las plagas que atacan a las plantas de cannabis no se pueden emplear los mismos productos que se utilizan con otras plantas. Los fungicidas que se usan, por ejemplo, para acabar con ciertos hongos que afectan a la vid, son peligrosos cuando se someten a altas temperaturas. Se pueden utilizar para la uva, pero no para la marihuana porque sus frutos se calientan para ser consumidos. Los residuos de los plaguicidas en el cannabis que se ha secado e inhalado van directamente al torrente sanguíneo; y al igual que otros alimentos, cuando estos contaminantes se consume a través de comida mezclada con cannabis también pueden presentar un gran riesgo por exposición directa.

Un estudio de 2013, publicado en el Journal of Toxicology, encontró que hasta un 69,5% de los residuos de los plaguicidas pueden permanecer en la marihuana cuando se fuma. Filtrar el humo a través de agua solo supone una ligera reducción en residuos. Sin embargo, cuando se filtró a través de algodón, los niveles de pesticidas fueron similares a los niveles en el tabaco, con un ratio de un 1% al 11% de pesticidas que llegan al usuario. Los autores del estudio señalaron que "la exposición alta de pesticidas es una posibilidad significativa, lo que puede llevar a otras complicaciones de salud en los consumidores de cannabis".

Tal y como precisa la ley federal, cada pesticida, fungicida o herbicida solo se puede emplear en las variedades naturales que aparecen detalladas en la etiquetas de su envase. En la mayoría, claro está, no aparece aún el cannabis.

Por esta razón, las autoridades federales no han tenido más remedio que tomar cartas en el asunto. Con cuatro estados en los que ya son legales tanto el consumo medicinal como el recreativo, la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA por sus siglas en inglés) ha decidido crear una nueva categoría en su registro donde se incluirán los productos químicos que sean aptos para combatir las plagas que afectan al cannabis.

Así, los pesticidas que sean aprobados por la EPA pasarán a formar parte del registro Federal Insecticide, Fungicide and Rodenticide Act con la etiqueta de "necesidad local especial".

Al margen de esta medida urgente adoptada por la EPA, las autoridades de algunos estados ya han dado los primeros pasos para evitar que los empresarios de la industria de la marihuana se vean obligados a desechar parte de la cosecha. En Colorado, por ejemplo, ya existe una amplia guía que detalla qué pesticidas se pueden emplear en la producción de marihuana y otras medidas de seguridad.

En Oregón, por su parte, las autoridades comenzaron a exigir el pasado año los análisis de los productos de marihuana medicinal que se vendían en los dispensarios. No obstante, aún queda un largo camino por recorrer. De hecho, según apuntan desde The Oregonian, parece que las autoridades de Oregón han olvidado solventar uno de los primeros problemas: la responsabilidad de retirar los productos contaminados de la circulación todavía recae sobre los hombros de los productores y los propietarios de los dispensarios.

Para evitar males mayores, herramientas como los foros de internet juegan un papel muy importante. A través de estas plataformas, los cultivadores pueden compartir consejos y evitar que se extienda el uso de algún producto malicioso para la salud de quienes acaben consumiendo los frutos de esas cosechas.

No obstante, todo esto contribuye a que la industria en torno al cannabis sea cada día más y más segura. Como apuntaba Keith Stroup, fundador de la Organización Nacional para la Reforma de las Leyes sobre Marihuana de Estados Unidos (NORM), es un paso sumamente significativo que los propios legisladores norteamericanos estén ya prestando atención a aspectos como estos.

En aquellos lugares donde la despenalización del cannabis avanza en los despachos, también lo hace en los laboratorios. Queda por ver si el resto de países sabrán aprovechar todo ese conocimiento. Esperemos que sí.