- Es un triste aniversario. Este verano se cumple un siglo desde que el Gobierno francés vetase el cannabis en el territorio.
- Desde entonces, el país se ha convertido en uno de los más hostiles en cuanto a legislación anti marihuana se refiere, con duras sanciones para aquellos que la consuman, aunque sea de forma individual.
- No obstante, ni las fuertes restricciones del Estado ni la imagen negativa que se ha formado en torno al cannabis han evitado que en la actualidad sea la sustancia favorita para más de medio millón de consumidores franceses.
Para entender la lucha de Francia contra el cannabis tenemos que remontarnos en el tiempo, concretamente a 1916. El 12 de julio de este año se publica la primera ley que prohíbe abiertamente el consumo de marihuana, que en este texto se califica como "sustancia venenosa". ¿Qué llevó a esa situación?
Un poco de historia
Cien años antes, las campañas napoleónicas habían supuesto un importante impulso para el desarrollo del opio y el hachís, que se exportaban desde China y Egipto, respectivamente. El opio pronto se empezó a utilizar de forma clandestina en Tolón y Marsella, y enseguida se hizo popular en los núcleos urbanos de París y Lyon.
Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud y Théophile Gautier son algunos de los más destacados consumidores de estas sustancias, que se pusieron de moda entre la clase intelectual de principios del siglo XX. Estos escritores plasmaban su experiencia con el opio y el hachís en sus novelas, lo que popularizó aún más su uso entre el público. Incluso eminencias del mundo literario y científico como Víctor Hugo o Alejandro Dumas formaron parte del 'Club des Hachischins', un grupo parisino que se dedicaba a la exploración de los estados mentales inducidos por estas sustancias.
Son los años también de la Primera Guerra Mundial, un conflicto internacional donde el opio y la morfina quedan ampliamente extendidos como calmantes para el dolor de los heridos. Tal es su uso que aumentan de forma desmedida los picos de adicción entre los soldados desmovilizados, lo que pone en alerta al Gobierno francés. Ante la situación, y en línea con las prohibiciones de Estados Unidos y Reino Unido, Francia penaliza la importación, producción y consumo de estas sustancias en verano de 1916. También, de la marihuana. Esta ley se vio reforzada en 1922 y en 1939, lo que la convirtió en una de las más restrictivas de Europa. Pronto salieron a la luz voces críticas con esta reformada legislación, que se quejaban de la actuación del Estado por eliminar los principios de libertad individual y reclamaban la no intervención del Gobierno en las elecciones de consumo personales.
Pero si existe un momento clave para entender el panorama actual francés este es mayo de 1968. Durante ese año tiene lugar una serie de revueltas protagonizadas por los estudiantes franceses, desencantados con el modelo de sociedad que imponía el Estado con Charles de Gaulle a la cabeza.
La revolución tomó carácter pacifista y libertaria, en un grito contra la guerra y la violencia de las autoridades. No en vano, la ola de protestas que se sucedieron durante este tiempo desembocó en la huelga general más importante de Francia, secundada por más de nueve millones de personas. Estas protestas se vincularon al movimiento 'hippie' de los sesenta y setenta, que incluía en sus programas la despenalización del cannabis como un paso más hacia una sociedad inteligente donde estaba "prohibido prohibir".
Desde ese momento, la imagen de la hoja con los foliolos en forma de estrecha ha estado relacionada con los episodios revolucionarios que marcaron la década de los sesenta. Después de 1968, la derecha volvió al poder –esta vez bajo el mando de Georges Pompidou– y tuvo que ejercer demostraciones reaccionarias y de seguridad para contentar a su electorado de clase acomodada y 'lobbies' del sector industrial, aún paralizados por las barricadas y la huelga general. Fue en dicho contexto en el que se aprobó la ley de 1970 y su famoso artículo L-627, que coloca a los consumidores como delincuentes o enfermos, según la evaluación del juez. Lo más sorprendente es que este controvertido artículo sigue siendo la base de la legislación actual.
Desde entonces y a la vista de las autoridades francesas, el cannabis ha sido estudiado en términos de seguridad. Debido a los acontecimientos historico-políticos, la marihuana se presenta en el 'statu quo' francés como un desafío para el mantenimiento del orden público, relacionado con la rebeldía y el caos.
Este punto de vista ha tenido un alcance colectivo y se encuentra impregnado en el subconsciente de la sociedad. Es curioso explicar la oposición que existe entre el alcohol y el cannabis. Si bien ambas son (según la legislación) drogas que pueden generar graves adicciones, en Francia el vino está asociado a la convivencia, a la forma de vivir 'a la francesa' y al crecimiento de las regiones. En consecuencia, se concibe como una tradición cultural y patriótica, mientras que el cannabis está directamente relacionado con la inseguridad, un término que ningún partido quiere asociar a su programa político.
Una de las legislaciones más hostiles de toda Europa
Francia cuenta con una de las legislaciones más estrictas en lo que a cannabis se refiere. En la actualidad, el consumo de tipo medicinal está reducido a un único medicamento, el Sativex, que sirve para aliviar los espasmos de enfermos con esclerosis múltiple.
Según el Decreto de Salud Pública de junio de 2013 (que juzga a los consumidores, diferenciándose así del Código Penal, que juzga a productores o traficantes), están autorizados los medicamentos a base de cannabis, pero no el cannabis medicinal, por lo que el espectro de esta variedad de fármacos se reduce notablemente. Además, la ley también prevé duras sanciones para aquellos consumidores que disfruten de la marihuana de forma individual. Para todos ellos, el consumo simple constituye una sanción penal que puede implicar, como máximo, un año de encarcelamiento o una multa máxima de 3750 euros. Si hablamos de compra o venta en el mercado negro y producción ilegal, es también posible que un consumidor sea procesado por tráfico de drogas. En este último término, la producción de cannabis está castigada con penas de prisión de hasta 20 años o multas de hasta 7.500.000 euros.
También cabe destacar que son muy pocos los que han recibido la pena máxima, y aquellos que la han recibido eran responsables de una actividad de cultivo de tipo industrial. No obstante, la ley de 2007 pone especial atención en los reincidentes, independientemente de la cantidad consumida.
A mayor prohibición, mayor consumo
A pesar de los intentos del Gobierno galo por disuadir el tráfico de cannabis, se trata del complemento predilecto de los ciudadanos franceses. Según un estudio del Observatorio Francés de Drogas y Adicciones, el cannabis es la sustancia considerada ilegal más consumida en todos los grupos de edad, con una incidencia importante entre los menores.
No en vano Francia es el primer país junto con Canadá con mayor número de consumidores de marihuana: 500.000 habituales y más de tres millones ocasionales. Además, un 42 % de los ciudadanos franceses dice haber disfrutado de esta sustancia alguna vez.
En vista de estos datos hay que preguntarse cuál es el sentido de la prohibición del cannabis con unos picos de consumo tan elevados. Pero en las encuestas aún existen opiniones enfrentadas. Según un estudio de 2013 publicado por el CSA, uno de los institutos de investigación más relevantes de Francia, el 55 % de los franceses se sigue oponiendo a la despenalización de la marihuana; de ese porcentaje, una amplia mayoría son adultos de edad avanzada. No obstante, un 44 % de los galos considera que la prohibición del cannabis supone una clara violación contra sus libertades individuales.
En busca de voluntad política
Desde hace décadas, el Gobierno vive en el inmovilismo absoluto. De forma esporádica ha habido algunos ministros que han alzado la voz para desbloquear la situación en la que se encuentra el país, pero todos sus intentos han caído en saco roto. Es el caso de políticos socialistas como Bernard Kouchner, Daniel Vaillant y, de forma más reciente, Vincent Peillon, cuyas declaraciones han sido reprochadas de mala manera por el Ejecutivo conservador.
Con todo, son pocos los partidos políticos que se muestran abiertamente a favor de la despenalización de la marihuana. En esta minoría, cabe destacar el caso del partido alternativo Cannabis Sans Frontières y el movimiento Cannabis Social Club, que emprenden de forma abierta una lucha por la legalización en Francia. No obstante, su peso electoral sigue siendo escaso.
Hay que recordar que algunos progresos sociales parecen inevitables incluso en un país que otorga tanta importancia a sus tradiciones y valores heredados. El cannabis sigue siendo prisionero de una imagen libertaria y opresora, conceptos mentales y tópicos heredados que impiden que cualquier intento por liberarlo llegue a buen puerto. Los más optimistas dirán que es solo cuestión de tiempo y que la valentía política resulta definitiva para acelerar los procesos en este ámbito. Pero en el caso francés, parece que tendremos que seguir esperando.
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