- Producir cada uno el cannabis que vaya a consumir, adquirirlo en asociaciones con cultivos colectivos o comprarlo por vías comerciales (farmacias o tiendas dedicadas a tal fin). Martín Barriuso, el símbolo del activismo cannábico más influyente de España, se despide de la lucha cannábica con un modelo regulatorio ideal en mente, que no deja a nadie fuera.
- El vasco pasa el relevo a los jóvenes, y les recomienda que centren la lucha de la futura regulación de España en defender el derecho al auto cultivo y al cultivo colectivo.
- El 10 de julio Pannagh, Club Social de Cannabis fundado en Bilbao en 2003 y pionero en el modelo asociativo para la producción y consumo de marihuana en España, celebró su última asamblea. Así, sus socios han dado "una muerte digna", en palabras de Barriuso, a 16 años de una actividad que ha dejado huella.
- Hablamos con Barriuso sobre la influencia de Pannagh en la jurisprudencia española en materia de cannabis; repasamos los momentos ma´s relevantes de la actividad de la asociación; y le preguntamos por la situación actual de la marihuana en España, y por las pautas que él considera necesarias para crear un sistema cannábico legal justo en este país.
Es viernes. Hemos quedado en charlar a las once. "Mejor por la mañana, que por las tardes tengo tele", dijo. Así lo hacemos. Descuelga el teléfono y su voz transmite tranquilidad. Estamos a las puertas de un soleado fin de semana de verano. El relajo vendrá de ahí... "Que va: trabajo mañana y el domingo. El campo no entiende de fines de semana ni de festivos", aclara. Cierto. Desde que comenzase a restarle horas al cannabis empezó a sumárselas a las frutas. Ahora, a punto de ir hacia la huerta, se le escucha en paz, pero recordemos que quien atiende la llamada ha estado con todos sus bienes embargados hasta hace nada; le han sacado de su casa esposado un par de veces; y ha visto la puerta de la cárcel más cerca de lo que hubiese querido.
Martín Barriuso fue pionero en materia de clubes cannábicos en España. Hoy día ya se han visto muchos, pero hace 16 años, cuando este vizcaíno fundó ´Pannagh, crear una asociación cannábica era un acto casi revolucionario. Más que haber estado en primera línea del debate regulatorio durante más de dos décadas, lo ha generado. Porque hasta la llegada de los clubes, el debate no existía aún en este país. Por eso, porque si hay un argumento de autoridad en materia cannábica es el de Martín Barriuso, queremos hablar con él de cannabis, antes de que se retire de este campo por completo. Esto es lo que nos ha contado.
El 10 de julio vemos en Twitter que habéis celebrado la última asamblea. Pannagh se disuelve. ¿Por qué habéis tomado esta decisión?
Por una parte el motivo es que la asociación, como grupo de gente que hace cosas, ya había desaparecido. En 2011 el Juzgado ya había prohibido cualquier tipo de actividad: cerraron puertas, intervinieron las cuentas e imputaron a sus miembros. Con esta situación, nuestra prioridad fue la defensa jurídica. Así que la asociación se fue dispersando. Muchos socios terapéuticos se habían ido a otras asociaciones, y con muchos otros hemos ido perdiendo el contacto. Cuando acabó el proceso judicial el año pasado, queríamos cumplir con nuestros deberes, pero pensamos que ya no tenía sentido dar continuidad a la actividad de la asociación. Sobre todo porque ya no podíamos cultivar marihuana porque sería delito, así que lo mejor en este caso es disolver la asociación y darle una muerte digna. Le hemos aplicado la eutanasia.
¿Cuáles han sido los mejores momentos?
Las instituciones saben que el cannabis será un gran negocio, y ahora que los activistas ya hemos hecho la divulgación, nos quitan del medio para regularlo a favor de otros.
Tenemos unos cuantos. El más alegre cuando nos devolvieron la marihuana después de la primera detención. Fue en 2007, nos devolvieron los 17 kilos incautados en 2005. Eso fue un gran logro. También ha sido importante la participación que hemos tenido en las instituciones. Un gran momento fue cuando el Parlamento Vasco aprobó por unanimidad de todos los partidos, tener el apoyo de todos los partidos no es muy habitual en la cámara, la creación en 2012 de una Comisión para tratar la regulación, y durante esta Comisión, que trabajó hasta 2014, concluyeron que las asociaciones éramos una alternativa razonable. La intervención contra Pannagh aceleró el proceso de la creación de esta Comisión, porque al intervenirnos los políticos se sintieron obligados a reaccionar.
Además, fruto de lo vivido en Pannagh, hemos ido a otros países a explicarlo. Ha sido una etapa muy rica de mi vida, he hecho cosas muy interesantes y conocido a gente increíble, a pesar de los malos tragos. No olvido que hemos recibido mucho apoyo de gente que se preocupaba de nuestra situación, y de personas que corrían a cargo con los gastos de la defensa. Lo mejor ha sido la solidaridad de la gente... También hemos sido Trending Topic en Twitter varias veces.
¿Cuáles han sido los peores?
Eso es fácil decirlo: las detenciones y los procesos judiciales, sobre todo el último. El haber sido detenido en mi casa dos veces, haber sido imputado tres, y haber sido amenazado con meterme en la cárcel.
¿Cómo has visto evolucionar la percepción del cannabis en España en estos 16 años?
Ya en 2003, cuando fundamos la asociación, había cambiado bastante la imagen del cannabis con respecto a los 80. Durante la Transición hubo un discurso sobre droga en singular: todas eran iguales. Pero después de esto, ya había una percepción de que el cannabis era otra cosa. "La droga" ya no era el cannabis, era la heroína o otras sustancias. Y ahora eso se ha afianzado, porque el cannabis está ya normalizado socialmente. El marco regulatorio era ambiguo cuando empezamos, y nosotros aprovechamos esas ambigüedades para hacernos un hueco. Pero ahora ese hueco se ha cerrado. Ahora las instituciones se han dado cuenta de que esto va a ser un gran negocio, que es difícil de pararlo, y ahora que los activistas ya hemos hecho la divulgación, nos quitan del medio, para regularlo a favor de otros, como Alcaliber, por ejemplo.
El Supremo os acabó dado la razón, ¿qué lectura tiene eso en la jurisprudencia española en materia de cannabis?
Una jurisprudencia negativa, porque la ambigüedad que había antes sigue existiendo, pero en un marco más reducido. Una asociación hoy no podría cultivar cómo lo hacíamos nosotros porque acabaría en la cárcel. Los jueces hablan de cultivo compartido en pequeños círculos, no más de 30 personas, muy horizontales, donde todo el mundo participa activamente en el cultivo. Nosotros hemos librado, pero las instituciones han dejado claro que los siguientes que lo intenten pueden acabar en la cárcel.
¿Qué consejos le darías entonces a alguien que quiere fundar una asociación?
Que sea una asociación pequeña, horizontal y con un trabajo muy colectivo. El Tribunal Supremo dice que hay que perseguir a quien cultiva para otros, quien se lucra de vender a otros. En un cultivo colectivo es normal que haya algún cultivador que cobra un sueldo por su trabajo, no es que se esté lucrando con la venta de ese cultivo, es que está cobrando por sus servicios para que ese cultivo esté activo. Pero esa profesionalización se penaliza y lo considerarán un traficante. Claro que por otro lado, hay Audiencias Provinciales que están absolviendo a gente así, así que ahora hay que aclarar qué es eso del cultivo colectivo. En Extremadura, Andalucía y Euskadi se está sentando precedentes positivos, por ejemplo.
¿Dejas la primera línea del activismo cannábico contento de cómo quedan las filas?
El objetivo de la regulación es garantizar el negocio de algunos sectores, no el derecho de las personas a consumir.
La lucha continúa, esto no para, y ahora estamos en otra fase que es aún más difícil. Para eso hace falta un relevo en el activismo, y se está produciendo. Veo a gente joven con muchas ganas y hay que seguir. Mi miedo es que la regulación en España acabe con el autocultivo y el asociacionismo. Por eso esa va a ser la lucha: trabajar para poder ser cultivar en tu casa o en una asociación. Creo que en algún momento el PSOE acabará reconociendo que hay un cambio social y que hay que abrir un debate. Actualmente entre los socialistas hay indecisión, pero acabará debatiendo. No será el PP, porque el prohibicionismo le da votos.
De lo países donde se está regulando el cannabis, ¿qué modelos de regulación cannabis te gustan más?
El ideal regulatorio es uno que junte varios modelos. Diría que Uruguay con algunos cambios. Que no se venda solo en las farmacias, que no haya que registrarse, y que sea menos restrictivo con los clubes. Para comprar cerveza nadie se registra; eso de registrarse es como hacer una lista de los viciosos del país. Además, en este ideal tiene que haber un margen para el autocultivo y también un círculo comercial. El círculo comercial, el de las asociaciones y el del autocultivo pueden convivir perfectamente. Así cada usuario y consumidor podría elegir el que más le gusta, porque estas tres vías no son excluyentes en ningún caso. Ahora el objetivo de la regulación es garantizar el negocio de algunos sectores: se regula en clave comercial, no en base al derecho a las personas a consumir, y por lo tanto a producir.
Sin deberes legales y sin Pannagh que gestionar, ¿qué vas a hacer ahora?
Ahora me dedico a la agricultura ecológica con mi mujer en Zamudio. Hacemos mermeladas ecológicas, y estamos trabajando en construir un ecoturismo sostenible cannabis friendly. La ecología siempre ha sido un eje para mí. Además sigo colaborando en EITB y otros medios de comunicación, porque vivir solo de la agricultura es difícil en cualquier sitio de Europa.
¿Qué nos dices de la despedida que vais a organizar en otoño?
Igual será en octubre, y tenemos la intención de invitar a otras asociaciones y empresas del mundo cannábico. Queremos juntar a la gente que se ha portado muy bien con nosotros y comer juntos unos pintxos, beber unos tragos y fumar unos porros. Tenemos ganas de cerrar esta etapa con buen sabor de boca.
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