- El dolor suele ser una sensación muy desagradable, amenazante como el indicio de una enfermedad, y, por lo tanto, generadora de miedo.
- Pero tenemos al mejor aliado contra este miedo: la marihuana, una planta con tres grandes poderes que justifican por sí mismos los buenos resultados que está ofreciendo su uso medicinal para combatir el dolor.
En el caso del dolor crónico, además del plano físico, está el daño psicológico, el desgaste producido por un prolongado combate -inútil- contra ese dolor. Las consecuencias de ese desgaste, no dormir bien, no poder llevar una vida normal, acaban muchas veces en depresión. Y a eso hay que unirle una cierta tendencia a sentir que el dolor es algo que hay que soportar -tal vez por una interpretación subconscientemente estricta de la doctrina cristiana-, y que quejarse demasiado está mal visto.
Por tanto, los tratamientos convencionales para el dolor crónico, que han ido mejorando con mucha lentitud y casi a regañadientes, tienen que combinar los analgésicos con antidepresivos, como mínimo, para obtener algún resultado positivo. Y aún así los números no son muy buenos.
La marihuana y el dolor
Desde hace ya más de veinte años, el creciente interés por la marihuana medicinal ha propiciado una seria investigación sobre sus posibilidades en diversos tratamientos. Los resultados están siendo muy positivos, empezando por los enfermos de cáncer con graves dolores, pero también para toda clase de dolores neuropáticos, como los causados por la esclerosis múltiple, el VIH y otras patologías. Los pacientes relatan no sólo la supresión -parcial o total- del dolor, sino una gran mejoría en su calidad de vida.
Y es que la marihuana guarda un secreto: sus tres poderes "mágicos" contra el dolor, una combinación de virtudes que no posee ningún otro fármaco conocido, y que explicarían por qué es tan eficaz allá donde otros fracasan.
Analgesia
La marihuana actúa sobre el sistema nervioso -como sabemos desde el descubrimiento del sistema endocannabinoide del cuerpo humano-, activando unos receptores específicos (como los CB1), que interfieren en la señalización del dolor, tanto en el cerebro como en la médula espinal. Dos de sus compuestos (el THC y el CBD) son los responsables, según los abundantes estudios recientes sobre la materia. Además, mejora la condición general del paciente, relajando sus músculos y aumentando el apetito y el sueño. Por lo tanto, es un analgésico.
Euforia
Relajarse, comer, dormir mejor, indudablemente mejoran la respuesta emocional al dolor. Pero la marihuana produce también una alteración positiva en el estado de ánimo, una nueva disposición mental capaz de distraerse del dolor y recargarse de energía para afrontarlo. En ese sentido no es tanto un analgésico convencional como una droga psiquedélica, que trasciende los límites habituales de la psique, presentando la realidad con nuevos perfiles. En definitiva, es un euforizante. Esta cualidad la comparte con algunos de sus camaradas en tratamientos contra el dolor, los opiáceos, capaces también de generar euforia procedente no sólo del bienestar físico o la ausencia de dolor.
Y es precisamente esa propiedad euforizante lo que más frena a las autoridades a la hora de administrar esos fármacos con más liberalidad: el miedo a que se pierda la percepción de la realidad, el contacto con la "normalidad" psíquica.
Pero la marihuana se guarda un as en la manga:
Introspección
Como contrapartida a su carácter euforizante, la marihuana también tiene una dimensión introspectiva, una especie de tendencia a llegar al fondo de las cosas, sin componendas. Esa gravedad que nos presenta todos nuestros errores, todos los incumplimientos del día a día, es lo que Walter Benjamin llamaba "sentimiento sordo de sospecha y congoja". Es un sentimiento sombrío, como un pago a la euforia antes sentida, pero cumple una función muy importante, devolviendo al paciente a la realidad más cruda, pero, eso sí, con su nueva y mejorada disposición física y anímica.
Así pues, la marihuana supone unir en un solo fármaco analgesia (alivio del dolor), euforia (un estado de ánimo diferente, más positivo ante la enfermedad), e introspección (una necesidad de autocrítica que rebaja la euforia y nos vuelve al contacto con la rutina psíquica, pero sin perder el buen ánimo general).
Estos tres poderes justifican por sí mismos los buenos resultados que está ofreciendo el uso de cannabis para tratar el dolor crónico.
A grandes males, los mejores remedios.
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