- Nadie sabría definir exactamente qué es la inspiración: ¿Un interruptor mental? ¿Un momento epifánico de súbita iluminación? ¿O una lúcida comprensión que se filtra en las rendijas de nuestro cerebro tras innumerables horas de trabajo? Puede que cada persona la sienta y experimente de una manera diferente. Sin embargo, muchas grandes figuras de la historia han tenido sus particulares 'Musas' que favorecían su proceso creativo y le daban a sus obras un sentido trascendental. Y, la marihuana ha sido una de ellas. Un estimulante para buscar la inspiración, que han utilizado personajes tan ilustres como Shakespeare, cuyo mundo onírico y mágico tenían unos inconfundibles restos de hierba; Carl Sagan que reconoció haberla utilizado para crear su serie de divulgación Cosmos; o para el gigante del Jazz, Louis Amstrong, que se pasó toda su carrera como saxofonista haciendo uso del cannabis para relajarse e inspirarse.
El mundo mágico y onírico de Shakespeare
En el universo fantástico y onírico de muchas de las obras de William Shakespeare, los sueños y la realidad se amalgaman en un ambiente mágico, en el que es fácil reconocer el potente mundo introspectivo y psicodélico que te producen unas caladas de buena hierba.
Disfrutando de obras suyas como Sueño de una noche de verano o La Tempestad, uno no puede dejar de percibir los rasgos estilísticos de la marihuana en el tapiz creativo del escritor inglés. Y efectivamente, así era. O eso concluyeron el grupo de científicos australianos que encontró variados restos de hierba en el patio trasero del autor, y que tras años de investigaciones, llegaron a la conclusión de que Shakespeare se ponía a escribir con las pipas bien cargadas de su querida ''hierba notable'', como la llamaba cariñosamente en algunos de sus sonetos.
El universo 'vivo' de Carl Sagan
Nadie podrá olvidar los capítulos de la mítica serie de divulgación científica Cosmos, en la que el astrónomo y astrofísico Carl Sagan nos llevaba de viaje hasta los límites del universo a lomos de una futurista nave. El que pusiera en marcha el programa de Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre (SETI) creó una odisea visual en la que muchos vimos por primera vez como eran las supernovas, los cúmulos de estrellas, o la danza eterna de galaxias explotando y dando vida a nuevas creaciones cósmicas. De manera póstuma, se hizo público que Sagan había utilizado el cannabis frecuentemente de manera recreativa, pero también como método de inspiración para sus trabajos cotidianos y para diseñar sus viajes audiovisuales a los vórtices del espacio.
Sagan fue uno de los más eminentes pensadores del siglo XX.
El famoso científico y divulgador llegó incluso a ser un activista pro-legalización en la sombra. Firmó, bajo seudónimo, varias páginas en el libro La marihuana reconsiderada de su amigo, el profesor emérito de psiquiatría en la Escuela de Medicina de Harvard, el Dr. Lester Grinspoon, en las que ensalzaba las posibilidades que ofrece la mota para disfrutar más de la vida. Aunque, a su juicio las propiedades más interesantes de la planta eran ''las devastadoras ideas científicas, creativas y sociales que uno desarrolla cuando la consume''.
La fecundidad creativa de los miembros del Club del Hachís
Este grupo, compuesto por algunos de los más destacados intelectuales y artistas parisinos del siglo XIX, vio en el uso del charas indio una vía para ampliar la consciencia y experimentar nuevos puntos de vista que enriquecieran sus creaciones. Los personajes, adscritos a esta exclusiva asociación cannábica, crearon algunas de las obras de cabecera de la literatura universal como, por ejemplo, la novela capital sobre la venganza, El Conde de Montecristo, escrita por Alejandro Dumas, o la trágica crónica ficticia de la pobreza en el París pre revolucionario de Los Miserables, creada por Victor Hugo, otro asiduo a las reuniones.
Sin olvidar, otras disciplinas como la pintura, que en este club de fumetas estaba representada por el pintor de La Libertad guiando al Pueblo, Delacroix, o la poesía siempre presente gracias a que el fundador de la asociación era el poeta Theophile Gautier, padre del simbolismo y el modernismo. O por a presencia del díscolo creador de Los paraísos artificiales, Charles Baudealaire.
Escena de la más reciente adaptación cinematográfica del Conde de Montecristo, de Alejandro Dumas, libro que contiene grandes citas cannábicas, del tipo: ''El hachís mejor y más puro del mundo se hace en Alejandría: es el hachís de Abougor, el grande, el único, del hombre a quien se debería edificar un palacio con esta inscripción: "Al fabricante de la felicidad, el mundo agradecido''.
El surrealismo de Breton como grúa de demolición de la realidad cotidiana
El padre del surrealismo, André Breton, era un fiel consumidor de hachís, que según él, le servía para ''desestructurar la realidad cuando estoy despierto y ampliar mi mundo onírico cuando estoy dormido''. En su Manifiesto Surrealista, Bretón expone esta nueva técnica artística de principios del siglo XX y la compara con la resina de marihuana, -que no en vano estaba muy ligado a los rituales pictóricos de numerosos miembros del grupo-, ''El surrealismo se presenta como un nuevo vicepresidente que no parece estar necesariamente restringido a la felicidad de pocos, como el hachís, tiene la capacidad de satisfacer todo tipo de gustos''.
Cuadro de André Breton en el que se aprecia el potente lenguaje simbólico y vanguardista del surrealismo y su ruptura con los estilos tradicionales de pintura.
Las melodías pacifistas de Bob Marley como canto a la paz en un mundo en guerra
Bob Marley fue la estrella más brillante de la cosmología reggae y su embajador en Occidente, a la par que uno de los principales precursores del consumo de marihuana durante los años 70, defendiendo siempre el papel de la planta como herramienta para vivir en armonía con uno mismo y los demás. Sus letras, explícitamente inspiradas por el cannabis, se convirtieron en un alegato contra la guerra, la opresión o el racismo, en un mundo que vivía bajo el filo de la Guerra Fría y el riesgo continuo de guerra nuclear.
Bob Marley y los colores del Movimiento Rastafari, al cual era adepto el famoso músico jamaicano.
Marley siempre hizo hincapié en la espiral de violencia en la que estaba cayendo el mundo y en el potencial de la marihuana para crear generaciones de personas más reflexivas y pacificas cuyos valores no se centraran en lo material, sino en lo espiritual. Su mundo artístico, rico en melodías vibrantes, letras contestatarias y buenos humos fue uno de los ejemplos más paradigmáticos de que la hierba y las disciplinas artísticas hacen muy buenas migas.
Allen Ginsberg, la generación Beat y el principio de la contracultura
El poeta Allen Ginsberg fue uno de los órganos vitales de la generación Beat y uno de sus miembros políticamente más activos. La marihuana fue uno de sus motores creativos, igual que para otros artistas de su período, que utilizaban tanto por ''su potencial para despertar la consciencia y la sabiduría'' como por su ''calidad como herramienta para desentrañar los patrones estéticos y estructurales de ciertas obras artísticas''.
Ginsberg recitando el poema Howl ante un abarrotado teatro
Durante el apogeo de su fama en los años 50, hasta el final de su vida, el creador del célebre poema Howl (Aullido) mantuvo una sólida postura contra la penalización de la mota. Reconocía que fumaba cada día y le otorgaba a la marihuana el mérito de ''haberle hecho despertar y odiar ese patético mundo donde, confortablemente, se respaldaba el militarismo, el materialismo económico y la represión sexual''.
Cuarenta años de marihuana y jazz a todo volumen
En los Estados Unidos de los años cuarenta, el jazz y la marihuana eran inseparables. El mismísimo Louis Armstrong la fumo durante los cuarenta años que tocó la trompeta, al igual que otros músicos del género como Miles Davis o Charlie Parker. Fumaban hierba para relajarse o inspirarse en las febriles sesiones de improvisación jazzística que a veces duraban una o varias noches seguidas. El legendario saxofonista se inclinaba por el consumo de cannabis en lugar de los licores u otras drogas duras, también muy extendidas en los círculos de jazz, que provocaron una auténtica pandemia entre la comunidad de artistas.
Armstrong fue una de las figuras más carismáticas e innovadoras de la historia del jazz.
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