La fumagina: un hongo no muy conocido pero devastador

¿Qué es la fumagina?

La fumagina es una patología criptogámica, causada por diferentes especies del hongo oomycetos, que se desarrolla sobre la melaza que depositan algunos insectos en las plantas. La melaza es, en concreto, el excremento dulce que segregan el pulgón, la cicadela, la mosca blanca o la cochinilla. Este hongo tiene el aspecto de una argamasa de un color negruzco originado por las hifas, unos filamentos negros presentes en la estructura del hongo, y por la melanina de las paredes celulares.

La melaza es, por lo tanto, el soporte sin el cual la fumagina no puede prosperar; sin ella el hongo moriría rápidamente.

Existen dos tipos de fumaginas. El primero afecta a las hojas y solo está presente durante su ciclo de vida. El segundo es más persistente porque afecta a los tallos y a las ramificaciones, así como a los soportes auxiliares utilizados para sujetarlas (tutores, redes de sujeción, etc.)

En cuanto a su repercusión sobre el ser humano, parece que hay muchas personas alérgicas a la fumagina, sobre todo a las cepas del este de Estados Unidos.

Cómo identificar la fumagina

Como ya hemos señalado, el hongo deja un rastro de hollín negro sobre las hojas. Se trata de un indicio físico evidente y fácil de reconocer porque es un hecho anormal, no muy habitual en las plantas.

Estructuralmente, la fumagina es un hongo con paredes celulares que favorecen su fijación sobre la superficie susceptible de ser colonizada y que sirven para almacenar el agua necesaria para el crecimiento y el desarrollo del hongo.

Cuando el ataque de la fumagina es severo, interfiere en el proceso de fotosíntesis e incluso puede provocar la asfixia de las hojas. Las consecuencias inmediatas son el ralentizamiento del crecimiento y del proceso de fotosíntesis, lo que repercute negativamente en el rendimiento final del cultivo.

El rastro negruzco que deja sobre las plantas afecta a nivel estético, pero lo realmente grave son los daños ocasionados sobre el producto final. En algunos casos, pueden ser muy importantes, sobre todo para aquellos que producen a gran escala de forma legal y cuyas perdidas pueden alcanzar cifras muy elevadas si no se consigue gestionar el problema con acierto.

Cómo eliminar la fumagina

Para abordar el problema con garantías lo primero que hay que hacer es eliminar el origen del problema: los insectos. Si la invasión es grave, la solución más rápida y eficaz es el uso de un método químico mediante pulverización. Si los síntomas son leves y el ataque se encuentra en sus inicios, se pueden introducir en el cultivo insectos de erradicación biológica (como pueden ser la cochinilla contra el pulgón o el Macrolophus Caliginosus, un chinche verde que se alimenta de moscas blancas).

En plantas en fase de crecimiento avanzado, con una envergadura considerable, se puede reducir la masa foliar para acelerar la erradicación del problema.

Una vez que las plagas han sido erradicadas, hay que limpiar la masa foliar (follaje) para que el proceso de fotosíntesis pueda avanzar correctamente. Así la planta tendrá la oportunidad de prosperar y de dar una buena cosecha. La limpieza hay que realizarla con un trapo empapado en agua jabonosa (con poco jabón) sobre la parte superior e inferior de las hojas. Unas horas después habrá que proceder al aclarado con agua limpia.

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Como medida preventiva para evitar muchos problemas, es importante mantener una buena ventilación en el espacio de cultivo de interior.

¡Y ya no nos queda más que desearos que disfrutéis de un excelente cultivo!