- Blue Cheese es fruto de la unión de dos genéticas con sobrado reconocimiento mundial: Exodus UK Cheese y Blueberry.
- Esta variedad que ha seducido a growers de todo el planeta fue la elegida por esta pareja de cultivadores italianos.
- Tras cultivarla en outdoor en medio de la naturaleza en el centro de la bota, estos cannabicultores nos cuentan todos los secretos para el cultivo de esta genética.
Por Spaghetti Growers
Nuestra experiencia de cultivo outdoor comienza en el mes de mayo, en campo abierto al abrigo de las colinas del centro de Italia. Recurrimos a Dinafem y adquirimos tres semillas feminizadas de Blue Cheese, que sembramos en jiffys. Tras la germinación, trasplantamos cada uno de los plantones a una maceta de medio litro con un fondo de arcilla expandida y sustrato BioBizz Light. Dado que en mayo las condiciones climáticas suelen ser bastante imprevisibles, decidimos construir un pequeño invernadero portátil utilizando un tablón de madera y una red metálica cubierta de lona transparente, que fijamos a ambos lados. De esta forma nos aseguramos de que las plantas estén protegidas durante sus primeras semanas de vida y de que podamos cambiarlas de sitio con facilidad en caso de que sea necesario.
Nos ausentamos del cultivo durante dos semanas, por lo que llenamos de agua los platillos de las macetas para que no haya carencias hídricas y rociamos con un producto antilimacos la base del invernadero, que finalmente resulta providencial ya que durante nuestra ausencia no deja de llover ni de hacer frío. Superadas las dos semanas de mal tiempo, trasplantamos los plantones a tres macetas Pandora's Pot de 50 litros, que llenamos con el siguiente sustrato, preparado con doce días de anterioridad:
- Tierra Plagron Light Mix
- 150 g de vermicompost seco
- 20 g de bacterias y ectomicorrizas
- 10 % de fibra de coco por maceta (5 l)
Una vez que se forma el quinto par de hojas, enriquecemos progresivamente el agua de riego con dos tipos diferentes de fertilizantes líquidos:
- Iguana Juice Grow
- Borlanda Fluida
Añadimos además:
- Lemon Kick de Plagron (regulador de pH)
- Sensizim (enzimas)
Con el transcurso de las semanas, las plantas siguen creciendo y aumentando su cantidad de internudos. Cuando alcanzan los 30 centímetros, realizamos una poda FIM para favorecer el crecimiento lateral y ganar en discreción, y una vez que el desarrollo se encuentra un poco más avanzado, aumentamos ligeramente la dosis de fertilizante añadiendo Sensical, un suplemento a base de calcio, magnesio, manganeso hierro y zinc que refuerza la salud de las plantas.
A continuación, empezamos a alternar los riegos con fertilizante con riegos a base solo de agua en los que únicamente corregimos el pH. Al entrar en julio, las plantas han alcanzado el metro de altura y, con mucho cuidado, aplicamos la técnica del super cropping, que consiste en fracturar parcialmente las ramas para reforzarlas y que puedan soportar mejor el peso de los cogollos. Además, se favorece la producción y se controla el crecimiento vertical, lo que permite que las plantas se mimeticen mejor con el resto de la vegetación y pasen más desapercibidas.
A juzgar por su desarrollo, nos encontramos ante una genética que crece rápido y con gran vigor, a pesar de que su distancia intermodal sea la clásica de las indicas. Al frotar el tallo central, se perciben ya los inconfundibles aromas de la Blue Cheese: arándanos y queso.
Entramos en agosto, y dado que no pasamos mucho tiempo en el cultivo, improvisamos un sistema de riego automático introduciendo dos botellas de agua de litro y medio en cada maceta, que colocamos bocabajo con dos piedrecitas en el interior para que la liberación del agua sea gradual.
Hacia septiembre, en una clara señal de que ha llegado la floración, empiezan a crecer los pistilos y los cálices engordan, por lo que sustituimos los fertilizantes de la fase vegetativa por unos más adecuados para esta nueva etapa:
- Bud Ignitor (estimulador de floración)
- PK 13/14 de Big Bud
- Silicato de potasio de Grow Tecnology
- Mantenemos el uso de Sensizim y del regulador de pH
A lo largo del mes, los cogollos siguen creciendo con exuberancia, y presagian ya una cosecha excelente. Pasamos momentos de preocupación debido a unos episodios de lluvias violentas, clásicas del verano, y a unos indicios de botritis que aparecen en algunas hojas, pero las eliminamos y la cosa queda en nada.
Llegados a octubre, nos encontramos ante unas frondosas plantas de 1,5 metros, cargadas de resina aromática. Aclaramos el sustrato y suspendemos todo riego durante la última semana de cultivo para acelerar el proceso de secado tras la cosecha, que realizamos el 15 de octubre. A pesar de las pocas horas de luz que han recibido las plantas, pues a la hora de elegir la localización priorizamos la discreción frente a la exposición luminosa, los cogollos son compactos y muy resinosos, con intensas notas a fruta, leche y miel en nariz, y matices de madera de pino con toques de frutos rojos en boca.
Pero lo más sorprendente de todo es el efecto; pues, aunque se trata de una variedad indica pura, dominan las sensaciones cerebrales características de las sativas. En este caso, el efecto, más que euforizante u ofuscante, es enérgico y reflexivo; y en lugar de disminuir la concentración, la estimula y favorece la comunicación con otras personas, así como la realización de cualquier tipo de actividad, algo que sería impensable con la relajación muscular que provocan normalmente las indicas. En definitiva, una genética sorprendente que presenta todas las ventajas de las indicas (cosecha abundante, velocidad, alta resistencia al moho y a las plagas), pero que además es ideal para quienes llevan una vida activa cargada de compromisos laborales y estrés. ¡Una hierba que cualquier cultivador querría poder disfrutar los doce meses del año!
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