- Este establecimiento colombiano se ha convertido en la primera farmacia cannábica legalmente constituida en el país y ayuda ya a más de 450 pacientes que necesitan las propiedades terapéuticas de la planta. A falta de una regulación que determine cómo deben trabajar, han creado sus propias reglas para controlar la hierba producida, su destino y hacer que el proceso sea de calidad de principio a fin.
En Bogotá, la capital de Colombia, 'Ganja Farm' crea los productos medicinales basados en cannabis que muchos pacientes del país necesitan. Sus instalaciones se dividen en tres espacios: el lugar donde se cultivan 19 plantas permitidas por la ley (para uso medicinal y científico); el laboratorio donde se hacen las extracciones y las tinturas y se crean todo tipo de cremas, pomadas y aceites, y las oficinas que se han convertido en un almacén improvisado y en un lugar que recibe a numerosas personas en busca de información, especialmente cuando algún tema de actualidad relacionado con la marihuana aparece en los medios de comunicación.
Este establecimiento de medicinas naturales, que nació en octubre del año pasado, se convirtió en la primera farmacia cannábica "legalmente constituida" en abrir sus puertas al público, de la mano de Pilar Sánchez, Denis Contri y Camilo Cruz, que se encontraron casi por casualidad en el mismo camino: el de la búsqueda de los beneficios terapéuticos de la marihuana. Sánchez comenzó a interesarse por ella mientras viajaba por Europa y cuando, debido a su migraña, un médico le recomendó utilizarla. En aquel trayecto fue cuando conoció a Contri, un cultivador italiano, que se trasladó con ella para abrir la farmacia: "Nos apasionó el tema, viajamos por diferentes partes buscando semillas y cuando llegamos a Colombia, como mi madre tenía artrosis, le hicimos una tintura". Ese fue el primer producto que crearon en su farmacia.
En menos de un mes tenían una lista con más de 50 personas que esperaban una alternativa a las medicinas tradicionales. En la actualidad, cuentan con más de 450 usuarios. "Tenemos productos orales y tópicos y garantizamos que desde la siembra el proceso sea limpio". Ellos mismos cultivan, tratan la planta y hacen extracciones en frío y en caliente, utilizando semillas medicinales de bancos certificados con el fin de controlar el porcentaje de CBD óptimo para cada paciente y determinar cuál puede ser su uso. "Es algo que da seguridad al público".
Ya que la ley establece un límite de 20 plantas, ellos cultivan 19 de las que obtienen, cada 3 meses, una producción de alrededor de 2 kilos, que acaba transformándose en unos 400 gramos de aceite. Para los productos tópicos suelen usarse también, aparte de la marihuana, otras plantas. Explica Sánchez que todo lo que venden es orgánico y natural y algunas hierbas, como la manzanilla, proceden del cultivo de campesinos de la zona y de huertos urbanos de Bogotá.
De los 450 usuarios que forman su base de datos, 370 utilizan medicamentos cannábicos orales diseñados para combatir enfermedades como el cáncer y controlar el dolor y los problemas derivados de la quimioterapia, la epilepsia, el alzhéimer, la artrosis, la artritis, el reumatismo, los desajustes psicológicos y los dolores crónicos. El resto combinan los orales con las pomadas, cremas y aceites de masaje y consiguen eliminar la inflamación de sus extremidades. Sánchez explica que, aunque hay pacientes de todas las edades, la mayor parte de ellos son niños y añade que desde hace poco trabajan con un grupo de chicas que tienen anorexia.
Los compradores son personas "que llegan con miedo y desesperación", cuando ya han agotado todos sus recursos y necesitan algo que les sirva, incluso aunque desconozcan este sector. Dice Sánchez que resulta muy gratificante comprobar que, apenas una semana después de que muchos de ellos comiencen los tratamientos, ya notan los resultados positivos. "Los toman con convicción y el ver los resultados les motiva para continuar, para empezar a conocer la planta, a defenderla y a explicarle sus beneficios a otras personas".
Además, y a pesar de que los precios de Ganja Farm no sean muy baratos "porque tenemos pocas plantas y la luz eléctrica aquí es carísima", siempre son menos caros que la medicina tradicional. Dice Sánchez que si la familia de un niño con epilepsia puede gastarse alrededor de 73 euros por cada medicamento convencional, solo paga unos 30 por los basados en cannabis, por lo que "compensa una cosa con la otra".
Sin embargo, no todo el mundo puede comprar cualquier cosa en Ganja Farm. Para aquellas medicinas que se toman vía oral piden un certificado médico, sobre todo a quienes tienen problemas cardiacos o tensión baja. "También porque, por ejemplo, si un niño con epilepsia toma 10 medicamentos al día y no funcionan pero la marihuana sí lo hace, necesita de un médico para eliminarlos". Además, de esta manera consiguen controlar las dosis: "Hay que tener un control y saber qué tipo de planta necesitan", e incluso buscar nuevas variedades cuando la persona enferma ya se ha acostumbrado a una.
Son varios los doctores que apoyan iniciativas como esta: "Algunos pacientes vienen con recetas, llamamos al doctor y no nos responde, pero nos continúa enviando pacientes". Lo que ocurre es que en Colombia aún no es fácil desempeñar un trabajo como este, puesto que todo lo relacionado con la marihuana medicinal "no es ilegal pero no está regulado, por lo que estamos un poco en el limbo".
Ganja Farm está registrada en la Cámara de Comercio e incluso tienen permisos del Invima (Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos), la institución que autoriza a vender productos como los que comercializan. Sin embargo, aún necesita permisos sanitarios para su laboratorio, permisos que no llegarán hasta que no exista una reglamentación clara sobre el cannabis medicinal.
No obstante, tampoco existe ninguna institución que explique cómo debe funcionar o qué requisitos debe cumplir una farmacia cannábica. Por eso, a raíz de Ganja Farm nació la Asociación para el Desarrollo de la Industria Cannábica en Colombia, una organización formada por productores, cultivadores, colectivos y empresas de todo el país que operan con la planta con la intención de trabajar en equipo y autorregularse.
"Nos inventamos las reglas, copiamos el modelo de Europa y tenemos un control exhaustivo de cuánto cosechamos, cuánto aceite sacamos, qué productos creamos y a qué pacientes se destinan". De esta manera, si alguna vez viven alguna experiencia desagradable, tendrán un registro que demuestre para qué han estado utilizando las plantas.
Pilar Sánchez asegura que todo su trabajo se ha realizado "abiertamente", lo que ha beneficiado a muchos usuarios que necesitaban información. De momento, han llegado a reunir a más de 6.000 personas en un encuentro cannábico y han organizado jornadas pedagógicas.
Sánchez asegura que su trabajo ha servido para concienciar de los beneficios de la planta y para eliminar estereotipos en un lugar donde "todo el mundo consume pero está mal visto". Mientras esperan los permisos sanitarios, continúan trabajando en generar "confianza en nuestros productos, en seguir estándares de calidad y salud pública". Sánchez es consciente de que queda mucho por hacer pero también que distribuir productos con base de cannabis es una forma de garantizar un "derecho fundamental para la salud".
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