- La industria del cannabis se encuentra en un momento crucial de expansión y legitimación, con proyecciones que indican que el mercado mundial podría superar los 100.000 millones de dólares para 2030.
- En este escenario de crecimiento exponencial, un nuevo actor ha entrado sigilosamente en escena con intenciones claras de dominar el mercado: las grandes corporaciones alcohólicas.
- Este fenómeno representa una de las ironías más flagrantes en la historia reciente de las políticas sobre sustancias: los mismos que durante décadas financiaron campañas contra la legalización del cannabis, ahora buscan posicionarse como sus principales distribuidores.

Durante más de medio siglo, la industria del alcohol ha sido uno de los principales opositores a la legalización del cannabis. Esta oposición no era casual ni desinteresada; respondía a la percepción del cannabis como una amenaza directa a sus beneficios. Mientras millones de personas en EEUU (mayoritariamente de comunidades negras y latinas) eran encarceladas por posesión de marihuana, los lobbies alcohólicos financiaban campañas políticas y estudios tendenciosos que reforzaban el estigma contra esta planta.
La guerra contra las drogas, apoyada fervientemente por la industria del alcohol, ha dejado un legado devastador de vidas destruidas por el encarcelamiento masivo, familias separadas y comunidades enteras criminalizadas. Todo ello mientras las bebidas alcohólicas, con sus enormes riesgos documentados para la salud pública, seguían comercializándose libremente con regulaciones comparativamente laxas.
El giro estratégico: de la prohibición a la monopolización
Pero ahora se ha producido un cambio de postura, que no responde a una súbita iluminación ética, sino a un frío cálculo comercial. A medida que la legalización del cannabis avanza imparable (con más del 70% de los estadounidenses apoyando este cambio, según encuestas de Gallup en 2024), la industria del alcohol ha comprendido que es mejor unirse a esta revolución verde que continuar oponiéndose a ella.
De esta forma, el 3 de abril de 2025, la American Beverage Licensees (ABL), la principal asociación que representa a propietarios de bares, tabernas y licorerías en Estados Unidos, publicó un memorando político sobre la regulación estatal de productos intoxicantes con THC. Este documento, presentado bajo la apariencia de una preocupación por la seguridad pública, revela la verdadera intención: asegurar que los productos con THC solo puedan venderse en establecimientos con licencia para comercializar alcohol.
El grupo argumenta que los minoristas de alcohol, con "décadas de cumplimiento comprobado", están mejor posicionados para manejar estos productos, citando su experiencia en prevenir ventas a menores. Este argumento ignora convenientemente la existencia de dispensarios de cannabis que operan con éxito en estados donde ya es legal, cumpliendo estrictos protocolos de verificación de edad y educación al consumidor. Y lo que es más importante: esta centralización ahogará a los pequeños emprendedores y dispensarios independientes que han sido pioneros en la industria legal del cannabis.
El memorando también propone tratar al cannabis de manera similar al alcohol, con requisitos de licencias, estándares de etiquetado claros, restricciones publicitarias y pruebas de laboratorio para garantizar la seguridad y pureza. Esta propuesta ha generado una fuerte reacción en la industria del cannabis, que describe el memorando como un "plan hostil de adquisición del cannabis", acusando a la ABL de hipocresía al buscar controlar un mercado que previamente ayudó a mantener ilegal.
El alcohol causa aproximadamente 95.000 muertes anuales en los EE. UU., mientras que el cannabis no tiene un historial de mortalidad directa, según datos de salud pública. Además, un informe de Bloomberg Intelligence proyecta que las ventas de cannabis alcanzarán los 37 mil millones de dólares para 2027, lo que representa una amenaza significativa para las ventas de vino, cerveza y licores, que podrían disminuir indefinidamente.
La propuesta de la ABL también plantea preocupaciones sobre prácticas anticompetitivas. Al limitar las ventas de THC a minoristas de alcohol, se podría excluir a pequeños empresarios y a nuevos participantes en el mercado, particularmente aquellos de comunidades afectadas por la prohibición. Esto contrasta con los esfuerzos de equidad social en la industria del cannabis, que buscan proporcionar licencias y oportunidades a personas con antecedentes por delitos no violentos relacionados con el cannabis.
La falacia del "conocimiento especializado"
El interés repentino de la industria del alcohol por el cannabis tiene una explicación sencilla: la supervivencia económica. Los datos muestran que en mercados donde el cannabis ha sido legalizado, el consumo de alcohol tiende a disminuir, especialmente entre los jóvenes adultos. Enfrentadas a esta realidad, las corporaciones alcohólicas han optado por una estrategia de "si no puedes con tu enemigo, únete a él (o, simplemente, contrólalo)". Al restringir la venta de cannabis a los licenciatarios de alcohol, básicamente intentan capturar el mismo mercado que amenaza sus ganancias. Es como si las compañías de taxis exigieran derechos exclusivos para operar Uber.
Constellation Brands, una de las principales productoras de bebidas alcohólicas a nivel mundial, es un ejemplo claro de esta tendencia. La compañía ha invertido significativamente en Canopy Growth, uno de los mayores productores de cannabis de Canadá. Incluso Coca-Cola ha explorado la posibilidad de entrar al mercado con bebidas infusionadas con CBD. Esta inversión no es filantrópica, sino una apuesta calculada para no quedar fuera del lucrativo mercado emergente.
Y es que las bebidas infusionadas con cannabis representan uno de los segmentos de mayor crecimiento potencial. Mientras que el alcohol se absorbe en sangre y se metaboliza rápidamente, los componentes psicoactivos del cannabis se digieren de manera diferente, provocando efectos más tardíos pero potencialmente más intensos. Esta diferencia fundamental ha llevado a una carrera tecnológica para desarrollar bebidas con cannabis cuyos efectos sean más predecibles y controlables, similares a los del alcohol.
Además, el poder económico y la experiencia en 'lobbying' de la industria del alcohol podrían traducirse en regulaciones que favorezcan sus intereses por encima de consideraciones de salud pública, equidad social o sostenibilidad ambiental.
Las tendencias emergentes y el futuro del cannabis
A pesar de estos intentos de monopolización, el sector del cannabis muestra signos de resiliencia y evolución propia. Para 2025, se esperan importantes avances en diversas áreas, como en la demanda de productos comestibles, que está creciendo, reflejando una tendencia hacia formas de consumo más discretas y saludables. Esta evolución podría representar una oportunidad para que empresas especializadas en cannabis desarrollen alternativas innovadoras más allá del modelo de las bebidas alcohólicas.
La DEA también sorprendió al mundo en abril de 2024 al anunciar su intención de reconsiderar la clasificación del cannabis como sustancia de Lista 1. Esta reclasificación podría abrir la puerta a un programa de salud federal, comercio transfronterizo, y mayor acceso a servicios financieros para las empresas cannábicas, reduciendo potencialmente su dependencia de grandes inversores como las corporaciones alcohólicas.
Vigilancia y resistencia
El intento de la industria del alcohol por dominar el mercado legal del cannabis representa un ejemplo alarmante de oportunismo corporativo: la misma industria que contribuyó activamente a la criminalización del cannabis y sus consumidores ahora busca posicionarse como su principal beneficiaria económica.
Frente a esta realidad, los consumidores, activistas y legisladores comprometidos con una industria del cannabis justa y equitativa deben mantenerse vigilantes. La regulación de los productos con THC debe diseñarse priorizando la salud pública, la justicia social y las oportunidades económicas para las comunidades históricamente perjudicadas por la prohibición, no los intereses de corporaciones que ahora ven en el cannabis una simple oportunidad de negocio tras décadas de oposición.
El futuro del cannabis legal debería reflejar los valores de la comunidad que ha luchado por su legitimación, no convertirse en un simple apéndice de la industria del alcohol. Porque la hipocresía corporativa no debe recompensarse con derechos exclusivos sobre un mercado cuyo potencial transformador va mucho más allá de simples ganancias económicas.
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